UN CÁNTICO DE CONFIANZA
SALMOS 46:1-7
46 Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza;
siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad.
2 Por lo tanto, no temeremos cuando vengan terremotos
y las montañas se derrumben en el mar.
3 ¡Que rujan los océanos y hagan espuma!
¡Que tiemblen las montañas mientras suben las aguas! Interludio
4 Un río trae gozo a la ciudad de nuestro Dios,
el hogar sagrado del Altísimo.
5 Dios habita en esa ciudad; no puede ser destruida.
En cuanto despunte el día, Dios la protegerá.
6 ¡Las naciones se encuentran en un caos,
y sus reinos se desmoronan!
¡La voz de Dios truena,
y la tierra se derrite!
7 El Señor de los Ejércitos Celestiales está entre nosotros;
el Dios de Israel[b] es nuestra fortaleza.
Estimado lector:
Este salmo anima a esperar y a confiar en Dios. Es un salmo que inicia no con el frecuente recuento de las dificultades del salmista, sino que describe de una manera casi poética la provisión de Dios.
El pasado le había enseñado a David que, así como las cuevas brindaban refugio, su reinado baluarte, sus aliados protección en la guerra, así mismo el Señor era amparo, fortaleza y auxilio seguro. Sin embargo, un lugar de refugio y una fuente de fortaleza no sirven de nada si no están a al alcance de los que lo necesitan. Es fácil pensar en cosas que podrían ser útiles pero que a menudo están sumamente lejos. Por eso, Dios ha dado a sus hijos al Espíritu Santo. Él es su Ayudador siempre presente, quien se interesa lo suficiente como para compartir sus recursos ilimitados con ellos.
¡Dichosos aquellos que reconocen que su seguridad y protección no dependen de riquezas ni ejércitos, sino sólo de Jehová!
Que se preocupen por las turbulencias de las aguas, aquellos que construyen su confianza sobre una base flotante; que tiemblen aquellos que cimentan su vida en los gobiernos, políticas o tendencias, pero no se alarmen aquellos que tienen su casa edificada sobre la Roca, y allí encuentren una base firme. Los que moran en esta ciudad pueden gozar de las perfecciones de Dios, la plenitud de Cristo y las operaciones del Espíritu Santo.