SALMOS 89:19-29
19 Hace mucho tiempo hablaste a tu pueblo fiel en una visión.
Dijiste: «He levantado a un guerrero;
lo seleccioné de la gente común para que fuera rey.
20 Encontré a mi siervo David;
lo ungí con mi aceite santo.
21 Con mi mano lo mantendré firme;
con mi brazo poderoso, lo haré fuerte.
22 Sus enemigos no lo vencerán
ni lo dominarán los malvados.
23 Aplastaré a sus adversarios frente a él
y destruiré a los que lo odian.
24 Mi fidelidad y mi amor inagotable lo acompañarán,
y con mi autoridad crecerá en poder.
25 Extenderé su gobierno sobre el mar,
su dominio sobre los ríos.
26 Y él clamará a mí: “Tú eres mi Padre,
mi Dios y la Roca de mi salvación”.
27 Lo convertiré en mi primer hijo varón,
el rey más poderoso de la tierra.
28 Lo amaré y le daré mi bondad para siempre;
mi pacto con él nunca tendrá fin.
29 Me aseguraré de que tenga heredero;
su trono será interminable, como los días del cielo.
UNA AYUDA PODEROSA Y ETERNA
Estimado lector:
Dios había hablado a través de sus profetas que levantaría a un guerrero y lo escogería de la gente común y corriente
David no era de una familia noble o especialmente influyente, sino del pueblo. Sin embargo, Dios lo encontró y lo tuvo como Su siervo. No fue un rey que se hiciera a sí mismo ni un constructor de imperios, que se labrara una carrera, fue el mismo Dios que lo escogió. Dios describe las muchas bendiciones que puso sobre David, el hombre conforme a Su propio corazón (1 Samuel 13:14).
Estos versículos complementan el Salmo 2, donde el ungido del Señor recibió plena autoridad para subyugar toda resistencia de los enemigos de Dios en la tierra. La verdadera fuente del poder y la autoridad de David radicó en la presencia y el propósito del Señor.
La promesa del pacto davídico (2 Samuel 7:16) solo se cumple en el reinado eterno del Mesías, Jesucristo.
Este Salmo enseña la importancia de confiar en la fidelidad de Dios, incluso en medio de las dificultades y el sufrimiento. Recuerda que Dios cumple sus promesas y que su amor y misericordia son eternos.