Te pido que escuches, oh Pastor de Israel,
tú, que guías como a un rebaño a los descendientes de José.
Oh Dios, entronizado por encima de los querubines,
despliega tu radiante gloria
2 ante Efraín, Benjamín y Manasés.
Muéstranos tu gran poder.
¡Ven a rescatarnos!
3 Oh Dios, haznos volver a ti;
haz que tu rostro brille sobre nosotros.
Solo entonces seremos salvos.
4 Oh Señor, Dios de los Ejércitos Celestiales,
¿hasta cuándo seguirás enojado con nuestras oraciones?
5 Nos diste tristeza por comida,
y nos hiciste beber lágrimas en abundancia.
6 Nos convertiste en el desprecio[a] de las naciones vecinas.
Nuestros enemigos nos tratan como si fuéramos una broma.
7 Haznos volver a ti, oh Dios de los Ejércitos Celestiales;
haz que tu rostro brille sobre nosotros.
Solo entonces seremos salvos.
RESTAURACIÓN EN MEDIO DE LÁGRIMAS
Estimado lector:
La intercesión y la súplica al Pastor de Israel son evidentes en este salmo. El salmista lo hace tanto a título personal como colectivo.
El reconocimiento de la debilidad y la indiferencia del pueblo hacia el Señor impulsa esta súplica a generar un avivamiento y una renovación del pueblo de Dios, buscando ser nuevamente favorecidos por la buena voluntad divina.
Cuando el pueblo, o la humanidad, se aleja de los principios y la dirección divina, Su protección se derrumba, dejándolos expuestos a ataques exteriores. Este es un momento en que se reconoce que la verdadera y segura protección proviene de Dios. Por eso, el salmista hace una súplica humilde e insistente, reconociendo que en medio de este proceso han comido “pan de lágrimas” y han sido una vergüenza delante de sus enemigos.
La oración incesante y urgente es la característica de este salmo, pidiendo a Dios que muestre una vez más su misericordia, lo cual pr