SALMOS 61:1-4
Oh Dios, ¡escucha mi clamor!
¡Oye mi oración!
2 Desde los extremos de la tierra,
clamo a ti por ayuda
cuando mi corazón está abrumado.
Guíame a la imponente roca de seguridad,
3 porque tú eres mi amparo seguro,
una fortaleza donde mis enemigos no pueden alcanzarme.
4 Permíteme vivir para siempre en tu santuario,
¡a salvo bajo el refugio de tus alas!
Estimado lector:
Este Salmo, que brota del corazón de David, parece ser una oración triste. Sin embargo, no es el típico listado de peticiones ritualistas; en cambio, es una oración con la esperanza de una respuesta de parte de Dios. Aunque se desconoce la ubicación geográfica del salmista en este momento, sus palabras fueron una metáfora de la desesperación, perturbación y distancia espiritual del Señor.
David se imaginaba bajo un distante y gran acantilado sin salida ni refugio; por tanto, se volvió a Dios pidiéndole que lo llevara en sus manos, para llevarlo a esa roca que le daría salida y salvación. Deseaba descansar su alma; pero era como un marinero náufrago, expuesto a las olas en la parte inferior de una roca muy alta para él para subir sin ayuda. Fue allí donde descubrió que no podía fijarse en la Roca de la salvación, a menos que el Señor lo pusiera sobre ella.
Dondequiera que un cristiano esté, tendrá la libertad para acercarse a Dios y hallar un camino abierto al trono de la gracia. Lo que lo separa de otras comodidades debería llevarlo más cerca de Dios, fuente de todo consuelo. Y aunque el corazón esté abrumado, los hijos de Dios siempre contarán con el apoyo y alivio de Su Padre. El poder y la promesa de Dios son una roca mucho más alta de lo que un hombre es, y esta roca es Cristo.