Que todo lo que soy alabe al Señor.
¡Oh Señor mi Dios, eres grandioso!
Te has vestido de honor y majestad.
2 Te has envuelto en un manto de luz.
Despliegas la cortina de estrellas de los cielos;
3 colocas las vigas de tu hogar en las nubes de lluvia.
Haces de las nubes tu carro de guerra;
cabalgas sobre las alas del viento.
4 Los vientos son tus mensajeros;
las llamas de fuego, tus sirvientes.[a]
5 Colocaste el mundo sobre sus cimientos,
así jamás se removerá.
6 Vestiste a la tierra con torrentes de agua,
agua que cubrió aun a las montañas.
7 A tu orden, el agua huyó;
al sonido de tu trueno, salió corriendo.
8 Las montañas se elevaron y los valles se hundieron
hasta el nivel que tú decretaste.
9 Después, fijaste un límite para los mares,
para que nunca más cubrieran la tierra.
UNA GENERACIÓN QUE VIVE BAJO EL MANTO DEL DIOS CREADOR
Estimado lector
Este Salmo es una de las celebraciones más notables de la poesía bíblica. Presenta a Dios como creador, origen y sustentador de la vida. Su lírica lo compara incluso con el Génesis, ya que resume las principales líneas de las creencias hebreas. La manera en que se concebía el Universo ubicaba a Dios rodeado de luz y magnificencia. El mar y la tierra, la nube y la luz del sol, las plantas y los animales, la vida e incluso la muerte son expresiones de la presencia del Señor.
En la actualidad, el mundo rechaza a Dios como Creador, y muchos han abandonado esta verdad. La humanidad divaga sin un sentido de responsabilidad o rendición de cuentas hacia su Creador. Un cristiano no solo disfruta de esta verdad, sino que también enseña a su familia el poder de un Dios que se manifiesta como Aquel que creó los cielos. Un Padre Omnipotente que es más grande que Su creación y que gobierna todo lo que existe.