15 Nuestros días sobre la tierra son como la hierba;
igual que las flores silvestres, florecemos y morimos.
16 El viento sopla, y desaparecemos
como si nunca hubiéramos estado aquí.
17 Pero el amor del Señor permanece para siempre
con los que le temen.
¡Su salvación se extiende a los hijos de los hijos
18 de los que son fieles a su pacto,
de los que obedecen sus mandamientos!
FRENTE A UNA VIDA BREVE, EL AMOR DE DIOS, ES ETERNO
Estimado lector:
El salmista utiliza la metáfora de la hierba, refiriéndose a la brevedad y fragilidad de la existencia humana. Se nace, crece y florece por un tiempo; pero, al final, la vida se desvanece. Es fácil olvidar lo que realmente importa, cuando se vive como si fuera para siempre.
Lo hermoso y alentador es que: Aunque la vida sea breve como una flor que se marchita, el Amor de Dios es infinito; Su misericordia, inagotable, y Su fidelidad, ilimitada. Él permanece, ofreciendo un Amor que trasciende el tiempo y las circunstancias.
Hay una promesa para aquellos que buscan andar en los caminos de Dios, guardan Su pacto y le temen: Su amor no es solo para ellos, sino también para sus hijos, y para los hijos de sus hijos. Es un legado de gracia que Dios otorga, no porque se merezca, sino porque Él es Bueno y fiel.
Cuando un creyente sienta su fragilidad humana, recuerde que no está solo(a) ni olvidado(a). El Dios que sostiene el universo, también sostiene su vida. Aunque pase el tiempo, Su amor permanece para siempre. ¿Será esto motivo para vivir con esperanza? No se debe confiar en lo que se desvanece, sino en Dios, que es eterno.