¿RODEADO Y SIN SALIDA?

May 9, 2024

1 SAMUEL 23:7-14   (SALMO 11 Y 27)

Pronto Saúl se enteró de que David estaba en Keila. «¡Excelente!—exclamó—. ¡Ya lo tenemos! Dios me lo entregó en mis manos, porque se ha quedado atrapado en una ciudad amurallada». Entonces Saúl movilizó a todo su ejército para marchar hacia Keila y sitiar a David y a sus hombres.

Pero David se enteró de los planes de Saúl y le dijo a Abiatar el sacerdote que trajera el efod para consultar con el Señor. 10 Entonces David oró:

—Oh Señor, Dios de Israel, he oído que Saúl piensa venir a Keila y destruirla porque yo estoy aquí. 11 ¿Me traicionarán los líderes de Keila y me entregarán a él?[a] ¿Y de verdad vendrá Saúl, como me han informado? Oh Señor, Dios de Israel, te ruego que me digas.

Y el Señor le dijo:

—Él vendrá.

12 De nuevo David preguntó:

—¿Me traicionarán los líderes de Keila a mí y a mis hombres para entregarnos a Saúl?

Y el Señor le contestó:

—Sí, ellos los traicionarán.

David se esconde en el desierto

13 Entonces David y sus hombres—ahora cerca de seiscientos—salieron de Keila y comenzaron a deambular por toda la región. Pronto llegó la noticia a Saúl de que David había escapado, por lo que decidió no ir a Keila. 14 David se refugió en unas fortalezas que había en el desierto y en la zona montañosa de Zif. Saúl lo perseguía día tras día, pero Dios no permitió que Saúl lo encontrara.

Estimado lector:

David se encontraba en una situación desesperada, atrapado física y emocionalmente. La actitud de la gente en la ciudad complicaba aún más las cosas, ya que nadie respondía por él y algunos incluso conspirarían contra él. David enfrentó un ejército formado por su propia gente (Salmos 27).

David podría haberse preguntado por qué se encontraba en esa situación, si estaba mejor cuidando ovejas. Muchos en su situación murmurarían contra Dios y renegarían de su llamado. Sin embargo, al cuidar ovejas, David no habría experimentado las dificultades de este momento, pero tampoco habría disfrutado de la gloria futura.

Quizá si David se hubiera quedado en las laderas cuidando ovejas, con toda seguridad, no hubiera tenido estas preocupaciones, pero nadie hubiera sabido nada de él. Nadie sabría de su inquebrantable fe, de su valentía y no se hubiera dicho jamás: “Jesús hijo de David”.

Las aflicciones que rodean al creyente no carecen de propósito; son parte del camino hacia un futuro glorioso. Dios no se complace en nuestro sufrimiento, sino que lo utiliza para prepararnos. Aunque es difícil, Dios siempre ofrece una salida y nos fortalece para seguir adelante (Salmos 11:1-7). El enemigo conoce los planes de Dios para nosotros y trata de desviarnos.