SALMOS 94:16-23
16 ¿Quién me protegerá de los perversos?
¿Quién me defenderá de los malvados?
17 Si el Señor no me hubiera ayudado,
pronto me habría quedado en el silencio de la tumba.
18 Clamé: «¡Me resbalo!»,
pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo.
19 Cuando mi mente se llenó de dudas,
tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.
20 ¿Acaso pueden los líderes injustos afirmar que Dios está de su lado,
los líderes cuyos decretos permiten la injusticia?
21 Se unen contra los justos
y condenan a muerte a los inocentes.
22 Pero el Señor es mi fortaleza;
mi Dios es la roca poderosa donde me escondo.
23 Dios hará que los pecados de los malvados se tornen contra ellos;
los destruirá por sus pecados.
El Señor nuestro Dios los destruirá.
Estimado lector:
El título de esta meditación puede recordarte a uno de los programas más populares en Latinoamérica. Sin embargo, lejos de ser una referencia cómica, este texto es un grito de auxilio que muchos creyentes han expresado en algún momento.
La Palabra de Dios enseña que el hombre no debe buscar justicia por su cuenta; la justicia y la venganza pertenecen a Dios. Él sabe cuándo, a quién y dónde impartirá su justicia. Mientras tanto, la espera puede ser insoportable para el creyente. El salmista aborda esta angustia con la declaración: “Si no me ayudara Jehová, pronto moriría mi alma en silencio” (v. 17).
Jesús, en Lucas 18:7-8, instruye a sus escogidos a clamar a Dios “día y noche” para que Él les haga justicia.
Aunque la iniquidad parezca dominar la vida y establecer determinaciones inamovibles, estas nunca tendrán comunión con Dios. El creyente debe encontrar seguridad en Dios como su refugio invencible. A pesar de la maldad y la aparente impunidad de los impíos, quien confía en Dios sabe que el Juez de toda la tierra hará justicia según las maldades de los pecadores.
¡Dios, confiamos en ti aún en medio de las injusticias!