2 SAMUEL 11:22-27 (SALMO 5, 51, 32)
22 Por lo tanto, el mensajero fue a Jerusalén y le dio un informe completo a David.
23 —El enemigo salió contra nosotros a campo abierto—le dijo—, y cuando los perseguíamos hasta las puertas de la ciudad, 24 los arqueros que estaban en la muralla nos dispararon flechas. Mataron a algunos hombres del rey, entre ellos a Urías el hitita.
25 —Bien, dile a Joab que no se desanime—dijo David—. ¡La espada devora a este hoy y a aquel mañana! La próxima vez esfuércense más, ¡y conquistarán la ciudad!
26 Cuando la esposa de Urías se enteró de que su marido había muerto, hizo duelo por él. 27 Una vez cumplido el período de luto, David mandó que la trajeran al palacio, y pasó a ser una de sus esposas. Luego ella dio a luz un hijo. Pero el Señor estaba disgustado con lo que David había hecho.
Estimado lector:
Este pasaje, muestra que David no se conmovió ante la muerte de Urías y los demás soldados. La expresión “¡La espada devora a este hoy y a aquel mañana!” era un proverbio que indicaba que tales tragedias eran comunes en la guerra. Esto revela la frialdad a la que David había llegado.
Aunque David podría haber sido visto como un héroe por integrar a la viuda de Urías a su harem, esto desagradó a Dios. Es la primera mención de Dios en el capítulo, señalando su desaprobación hacia las acciones de David.
El Salmo 32 muestra que David experimentó una intensa convicción de su error, perdiendo todo gozo por el pecado. David sufrió el estrés y la agonía de vivir una vida doble y falsa, solo encontrando alivio al arrepentirse y reconciliarse con Dios.
La lucha entre la carne y el espíritu en la vida de David es evidente. Los deseos carnales causan estragos al cegar, endurecer y cauterizar la conciencia, apartando al hombre de la justicia y el honor.
Los creyentes pueden caer en el pecado, pero al igual que David, pueden acercarse al trono de la gracia para obtener perdón y misericordia, como lo indica Hebreos 4:16.