¡NO ERES LO QUE DICE LA GENTE, ERES LO QUE DICE DIOS!

Jun 3, 2024

SALMOS 69: 5-12

Oh Dios, tú sabes lo necio que soy;
    de ti no puedo ocultar mis pecados.
No dejes que los que confían en ti sean avergonzados por mi culpa,
    oh Señor Soberano de los Ejércitos Celestiales.
No permitas que sean humillados por mi causa,
    oh Dios de Israel.
Pues yo soporto insultos por amor a ti;
    tengo la humillación dibujada en todo mi rostro.
Hasta mis propios hermanos fingen no conocerme;
    me tratan como a un extraño.

El celo por tu casa me ha consumido,
    y los insultos de aquellos que te insultan han caído sobre mí.
10 Cuando lloro y ayuno,
    se burlan de mí.
11 Cuando me visto de tela áspera en señal de dolor,
    se ríen de mí.
12 Soy el blanco de los chismes de la ciudad,
    y todos los borrachos cantan de mí.

Estimado lector, 

En varios salmos, David proclamó su inocencia en comparación con sus adversarios. En el Salmo 69, confesó su pecado y apeló a la misericordia de Dios. La palabra “necedad” se refiere a pecados menores, cometidos por ignorancia o desconsideración, mientras que “pecados” se refiere a aquellos de naturaleza más repugnante.

Esto se puede aplicar espiritualmente a Jesús, notando la naturaleza pública de Su humillación en la cruz. Clavado en la cruz, probablemente sin ropa alguna ante un público burlón, Jesús realizó Su gran obra sin nada oculto. Aunque no tenía pecados propios, la carga de nuestros pecados no estaba oculta ni a Dios ni a los hombres.

La preocupación de David no era solo el efecto sobre él, sino especialmente sobre el pueblo de Dios. La idea de avergonzar a los que buscan a Dios le resultaba dolorosa. El celo de David por la casa de Dios se evidenció en su deseo de construir un templo (2 Samuel 7:1-3) y en la preparación para el templo que su hijo Salomón construiría (1 Crónicas 22:1-5).

David fue rechazado por su necedad y pecados (Salmo 69:5). Cuando se arrepintió, hubo quienes lo desaprobaron, convirtiéndolo en blanco de burla. Durante momentos difíciles, uno puede sentirse solo, creyendo erróneamente que todo debería estar bien si Dios está con nosotros. Sin embargo, la tentación del pecado persiste. Es en la devoción personal con Dios donde el Espíritu Santo nos convence del pecado, nos lleva al arrepentimiento genuino y nos libera.