SALMOS 142:1-7
1Con mi voz clamaré a Jehová;
Con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2 Delante de él expondré mi queja;
Delante de él manifestaré mi angustia.
3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda.
En el camino en que andaba, me escondieron lazo.
4 Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.
5 Clamé a ti, oh Jehová;
Dije: Tú eres mi esperanza,
Y mi porción en la tierra de los vivientes.
6 Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido.
Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
7 Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre;
Me rodearán los justos,
Porque tú me serás propicio
Estimado lector:
El Salmo 142, titulado Masquil de David, es una instrucción nacida en la aflicción. Es probable que haya sido escrito en la cueva de Adulam, donde David aprendió profundas lecciones de dependencia en Dios, lecciones que deseó compartir.
Este clamor surge en un momento de persecución por parte del rey Saúl. La cueva se convirtió en un lugar de oración y refugio. En soledad y angustia, David se volvió a Dios. Si en su palacio hubiera orado tanto como en su cueva, tal vez habría evitado decisiones que luego le trajeron dolor.
David se encontraba en absoluta indigencia, sin aliados ni protección. Sin embargo, no se quedó en la desesperación. Elevó su queja ante Dios, reconociendo que solo Él conocía su camino y podía librarlo. Su oración no fue solo un lamento, sino un acto de confianza.
Este salmo enseña que no hay necesidad de fingir fortaleza ante Dios. Se puede acudir a Él con honestidad, incluso en la debilidad. Dios escucha, responde y sostiene, aun cuando los enemigos sean más fuertes. Lo que comienza en angustia, termina en confianza y gratitud, porque el Señor nunca abandona a los suyos.