SALMOS 94:1-11
Oh Señor, Dios de venganza,
oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!
2 Levántate, oh Juez de la tierra;
dales su merecido a los orgullosos.
3 ¿Hasta cuándo, Señor?
¿Hasta cuándo los perversos tendrán permiso para regodearse?
4 ¿Hasta cuándo hablarán con arrogancia?
¿Hasta cuándo se jactarán estos malvados?
5 Aplastan a tu pueblo, Señor;
lastiman a los que llamas tuyos.
6 Matan a las viudas y a los extranjeros,
y asesinan a los huérfanos.
7 «El Señor no está mirando—dicen—,
y además, al Dios de Israel[a] no le importa».
8 ¡Piénsenlo mejor, necios!
¿Cuándo por fin se darán cuenta?
9 El que les hizo los oídos, ¿acaso es sordo?
El que les formó los ojos, ¿acaso es ciego?
10 Él castiga a las naciones, ¿acaso no los castigará a ustedes?
Él todo lo sabe, ¿acaso no sabe también lo que ustedes hacen?
11 El Señor conoce los pensamientos de la gente;
¡sabe que no valen nada!
Estimado lector:
Este salmo es una petición de justicia al Padre. Los israelitas clamaban, preguntándole a Dios, cuánto tiempo seguirían gozándose los impíos, y si alguna vez serían castigados por sus acciones malvadas.
Le pedían que no permitiera que los malvados lograran su objetivo, en su convicción de tener el respaldo divino, en medio de sus injusticias.
El salmista proclama aquí la justicia y el juicio divinos, resaltando que Dios no es indiferente ante el pecado y la injusticia; porque es un juez justo, que castiga el mal y premia el bien.
Para aplicar esta enseñanza, es necesario seguir los mandamientos de Dios, procurando hacer lo justo y desarrollando una buena relación con el prójimo, amándolo como a uno mismo.
Porque para sentir la seguridad del respaldo de Dios, hay que obedecerle y sentirse bienaventurados, por la instrucción y corrección recibidas por medio de Su Palabra.