SALMOS 56:1-7
Oh Dios, ten misericordia de mí,
porque la gente me acosa.
Mis enemigos me atacan todo el día.
2Los que me calumnian no dejan de acosarme,
y muchos me atacan descaradamente.
3Pero cuando tenga miedo,
en ti pondré mi confianza.
4Alabo a Dios por lo que ha prometido.
En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo?
¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?
5Siempre tergiversan lo que digo;
se pasan el día tramando cómo hacerme daño.
6Se juntan para espiarme;
vigilan cada paso que doy, ansiosos de matarme.
7No permitas que estos malvados se salgan con la suya;
en tu enojo, oh Dios, derríbalos.
Estimado lector:
Por tratar de huir de Saúl, David tomó la mala decisión de refugiarse en terreno de los filisteos, sus enemigos; y fue llevado ante Aquis, rey de Gat (1 Samuel 21:10- 22:1).
David se llenó de temor y desesperación; pero su tensión minimizó, cuando se dispuso a confiar en Dios, sabiendo que no le podía fallar y que Su misericordia estaba sobre él. Esto lo llevó a elevar la oración que inspiró este salmo.
Estos versículos del salmo (1-7), enseñan lo que hay que hacer en un mundo con sistemas peligrosos, que oprimen a los hijos de Dios y pretenden llevarlos a la destrucción.
Aunque parezca que no se puede escapar, Dios da las estrategias, en su Palabra de Verdad. Por eso, como el salmista, hay que confiar en Dios y con toda seguridad clamar a Su Justicia (v.7), para que Él haga caer las orgullosas y perniciosas pretensiones del enemigo.
Ningún creyente está exento de enfrentar situaciones o circunstancias que lo lleven a la opresión, angustia o temor; pero si desnuda su corazón delante de Dios, coloca toda su confianza en Él y se refugia en su Amor, Dios deshace los planes del enemigo y da la victoria.