SALMOS 69 :1-4
Sálvame oh Dios,
porque las aguas de la inundación me llegan al cuello.
2 Me hundo cada vez más en el fango;
no encuentro dónde apoyar mis pies.
Estoy en aguas profundas,
y el torrente me cubre.
3 Estoy agotado de tanto gritar por ayuda;
tengo la garganta reseca.
Mis ojos están hinchados de tanto llorar,
a la espera de la ayuda de mi Dios.
4 Los que me odian sin motivo
suman más que los cabellos de mi cabeza.
Muchos enemigos tratan de destruirme con mentiras;
me exigen que devuelva lo que no robé.
Estimado lector,
Pensar que, por ser justos y llevar una vida piadosa conforme a la voluntad de Dios, una persona estará libre de momentos de dificultad y angustia es un error.
Este salmo describe la angustia y desesperación que experimenta el creyente en medio de la injusticia. Según el salmista, su vida es intachable y transparente delante de Dios, y cree que esto le garantiza una existencia llena de paz y armonía, sin aflicciones ni problemas.
Es importante entender que el Santo de los santos también padeció y sufrió de igual forma. Experimentó la persecución de los impíos y sufrió la agonía de la cruz.
De igual manera, cualquier creyente que pase por gran aflicción y no vea salida alguna puede clamar a Dios, seguro de que, así como Dios finalmente liberó a Cristo de todo su sufrimiento, también librará a todos sus hijos a su debido tiempo.
Dios no desea el sufrimiento de sus hijos, ni siquiera deseaba el sufrimiento de su propio Hijo, pero el sufrimiento es una parte esencial de la vida.
Solo en el sufrimiento aprendemos a dar, acompañar y servir a los que sufren.