SALMOS 60:1-5
Nos has rechazado, oh Dios, y quebraste nuestras defensas.
Te enojaste con nosotros; ahora, restáuranos al gozo de tu favor.
2 Sacudiste nuestra tierra y la abriste en dos.
Sella las grietas, porque la tierra tiembla.
3 Has sido muy estricto con nosotros;
nos hiciste beber de un vino que nos dejó tambaleantes.
4 Pero has levantado un estandarte para los que te temen:
un punto de reunión en medio del ataque. Interludio
5 Rescata ahora a tu pueblo amado;
respóndenos y sálvanos con tu poder.
Estimado lector:
¿Cuándo se deja de recibir la ayuda y protección de Dios? Cuando se deja de hacer Su voluntad.
Esta fue la confesión de David tras la derrota de su pueblo en la batalla. El mismo David reconoció en este Salmo que existir sin la presencia y el respaldo de Dios es una existencia sin sentido. Pelear sin Su respaldo es una derrota segura.
Sin embargo, David, reconociendo el grave error del pueblo y sintiéndose desanimado, no dudó en volver a Él para acudir a su misericordia y gracia.
Las derrotas y los fracasos de la vida cuando se viven sin Dios son trágicos. Ningún creyente está exento de sufrir una derrota, un fracaso en su vida espiritual, familiar o personal porque su pecado, su conformidad y apego a la sociedad que lo rodea, el orgullo o el abandono de los principios bíblicos de verdad y justicia han ofendido al Espíritu de Dios.
Ante una situación como esta, la buena noticia es que Dios nunca ha dejado, ni dejará de amar a sus hijos y se puede izar la bandera que representa la fe y la confianza en Dios para que la victoria, a pesar de la derrota en una batalla, esté asegurada.