SALMOS 146:1-10
Alaba, oh alma mía, a Jehová.
2 Alabaré a Jehová en mi vida;
Cantaré salmos a mi Dios mientras viva.
3 No confiéis en los príncipes,
Ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.
4 Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra;
En ese mismo día perecen sus pensamientos.
5 Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob,
Cuya esperanza está en Jehová su Dios,
6 El cual hizo los cielos y la tierra,
El mar, y todo lo que en ellos hay;
Que guarda verdad para siempre,
7 Que hace justicia a los agraviados,
Que da pan a los hambrientos.
Jehová liberta a los cautivos;
8 Jehová abre los ojos a los ciegos;
Jehová levanta a los caídos;
Jehová ama a los justos.
9 Jehová guarda a los extranjeros;
Al huérfano y a la viuda sostiene,
Y el camino de los impíos trastorna.
10 Reinará Jehová para siempre;
Tu Dios, oh Sion, de generación en generación.
Aleluya.
Estimado lector:
Todo creyente debe alabar al Señor con honestidad, expresando amor, admiración, alegría y aceptación. La verdadera adoración no solo reconoce Su grandeza, sino que también lo engrandece a través de una vida íntegra. Está escrito que la oración debe ser constante, sin permitir que el enemigo interrumpa la comunión con Dios y cause una caída que aleje el espíritu del Creador.
Es fundamental ignorar cualquier influencia o actividad que desvíe del camino correcto, evitando participar en aquello que el mundo propone, pues está escrito: “Si se imita, de cierto se morirá”.
Ante situaciones difíciles, se debe buscar el gozo con fe en el Ayudador, quien, con Su Palabra, creó toda la existencia y siempre cumple lo prometido, liberando al oprimido y levantándolo.
El Señor protege a quienes establecen Su Reino en la tierra, recordando que aquí solo somos extranjeros debido a la ciudadanía celestial que poseemos. Él interviene para frustrar los planes del enemigo y asegurar la vida eterna en Su presencia. Por esto, la alabanza al Señor debe permanecer por siempre