2 SAMUEL 18:28-33 (SALMO 69)
28 Ahimaas le gritó al rey:
—¡Todo está bien!
Se inclinó delante del rey rostro en tierra y dijo:
—Alabado sea el Señor su Dios, quien ha entregado a los rebeldes que se atrevieron a hacerle frente a mi señor el rey.
29 —¿Qué me dices del joven Absalón?—preguntó el rey—. ¿Está bien?
—Cuando Joab me dijo que viniera, había una gran conmoción—contestó Ahimaas—, pero no supe lo que pasaba.
30 —Espera aquí—le dijo el rey.
Y Ahimaas se hizo a un lado.
31 Enseguida el etíope llegó y le dijo:
—Tengo buenas noticias para mi señor el rey. Hoy el Señor lo ha librado de todos los que se rebelaron en su contra.
32 —¿Qué me dices del joven Absalón?—preguntó el rey—. ¿Se encuentra bien?
Y el etíope contestó:
—¡Que todos sus enemigos, mi señor el rey, ahora y en el futuro, corran con la misma suerte de ese joven!
33 [g]Entonces el rey se sintió abrumado por la emoción. Subió a la habitación que estaba sobre la entrada y se echó a llorar. Y mientras subía, clamaba: «¡Oh, mi hijo Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si tan solo yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Oh Absalón, mi hijo, mi hijo!
Estimado lector:
El sufrimiento es una experiencia inevitable en la vida de todos los seres humanos. Puede surgir por tres razones principales: nuestras propias decisiones, acciones de terceros o circunstancias naturales.
David experimentó el dolor de perder a su hijo Absalón, cuyas decisiones rebeldes causaron angustia no solo a él, sino también a su familia. El Salmo 69 retrata la desesperación profunda de alguien que sufre intensamente debido a su fidelidad a Dios, comparándolo con los sufrimientos de Jesús por la persecución de los impíos.
Tanto David como Jesús sufrieron por amor: David por su hijo Absalón y Jesús por la humanidad. Cuando los creyentes enfrentan aflicciones aparentemente sin salida, pueden clamar a Dios, confiando en que Él los liberará en su momento oportuno, al igual que lo hizo con Cristo.
A pesar del dolor, el amor de un padre puede sobrevivir a la enemistad de un hijo, así como el amor de Dios hacia sus hijos nunca se desvanece. Confiemos en que Dios es nuestra fortaleza en momentos difíciles.